La Máscara de Majora
Me llaman Skull Kid. Será porque soy de esa raza. Mi nombre nadie lo sabe ni lo sabrán.
Vivo en el bosque. Solo.
Nuestra raza siempre ha sido traviesa y burlona, pues nos gusta gastar bromas.
Un día, tocando la flauta en el bosque, me encontré con dos hadas. Una negra y otra blanca, se describían como una pequeña luz con alas.
Me hice amiga de ellas y empezamos a vivir juntos.
Una noche, ví como un hombre con una mochila cargada de máscaras raras se sentaba y hacía una hoguera para acampar.
Ese hombre miró una máscara, la cual pareció que le dolió mucho la cabezas, pues tiró la máscara al suelo y él cayó a este.
Me gustaba tanto esa máscara, que decidí robarla. Sí, robarla. Así somos los Skull Kid.
Al coger la máscara la miré de frente, los ojos de ésta me miraban fijamente y emitía un tenue brillo.
No podía controlarme, me puse la máscara sin voluntad propia. Es como si la máscara me controlara.
Gran error. Al colocarla sobre mi cabeza, algo me empezó a agarrar la cara. Era como si me estuviese consumiendo. Empecé a gritar por el dolor desgarrador que sentía. Cada vez era más fuerte, más fuerte.
¡AAAAAAAARGGHHH!
De repente, todo paró. Veía el mundo distinto al que era. Debía destruirlo.
Era como si una entidad desconocida se estuviese apoderando de mi cuerpo. Esa entidad, estaba en la máscara.
Ya todo era malo para mí.
En el camino directo al pueblo de la torre del reloj (de ahí destruiría el mundo), me encontré a un niño rubio, vestido de verde con un gorro del mismo color, que estaba montando un caballo que estaba montando un caballo.
Él le decía:
-No te preocupes, Epona. Pronto encontraremos a Navi.
Ese caballo se llamaba Epona.
Percibí dentro del niño un aura de bondad. Me imaginé que el podría querer detener mi plan.
Así que, le tiré del caballo.
Se le cayó una ocarina azul, parecía muy querida por él, así que se la robé.
Claro, él intentó recuperarla, así que adviné su peor miedo, los dekus (arbusto con patas). Lo convertí en él.
Y me llevé a Epona.
Quería determe, así que cerré una pared pero mi hada blanca se quedó con él. A pesar de esto, seguí mi camino. Nadie me importaba ahora, ni siquiera yo, solo quería acabar con todo ser viviente.
¿Mi plan? Mi plan era hacer caer la Luna sobre ese pueblo para así destruir todo.

Sólo debía esperar 5 días. Más rápido no podía ir.
Pero, la última noche, al luchar contra ese niño (sabía que intentaría detenerme), se me cayó la Ocarina.
Se alegró mucho y huí. Total, ya estaba todo hecho.
Le escuché mencionar algo de que la ocarina podía controlar el tiempo y que podría salvar el mundo con ella.
Eso no era posible.
De repente, salen unos gigantes de la nada que pararon la Luna. Así, el niño luchó contra mí. Me ganó y caí al suelo. Con el impacto, la máscara se descolgó de mi cara.
Ya no quería destruir el mundo. Era la máscara.
Era la máscara.

Basado en The Legend Of Zelda: Majora´s Mask